El fracaso nos ayuda a ser mejores

Pocos saben que el popular presentador de televisión, Christian Gálvez, es además un apasionado del Renacimiento y de la figura de Leonardo da Vinci. Comenzó a investigar al genio renacentista tras visitar ‘La última cena’ en Milán. Una experiencia que prendió la mecha de su curiosidad para siempre. Según explica: “Gracias a la curiosidad, la perseverancia y la pasión, todas las personas podemos convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos”.

Hoy en día, no hacemos con los chavales lo que hacían con Leonardo: «Sal al campo y juega. Sal campo y disfruta. Sal al campo y observa, experimenta, fracasa. Permítete el fracaso. Permítelo». Y yo creo que eso es lo que nos diría, que disfrutemos de la experiencia, que sin la experiencia no somos nada, que si sólo nos quedamos en lo que nos cuentan, matan o podan o seccionan nuestra capacidad de ir un poco más allá. Que la clave está la pasión, tanto del que enseña, como del que aprende, y en la curiosidad por encima de todas las cosas. Y fruto de esa curiosidad, hay una frase maravillosa, que con esa cerró su último códice Leonardo da Vinci: «Yo creo que aquí lo dejo, porque se me enfría la sopa». Y, fíjate, a raíz de esto, para terminar, fíjate, Leonardo, cuando no es aceptado por los Médici, en 1481, decide enviar una carta a Ludovico Sforza. Estamos hablando de 1481, en unos Estados Italianos en los que cambiar de Florencia al Ducado de Milán era como cambiar de país, hoy en día. Al final, terminan contratándole como músico y como organizador de eventos. Leonardo llega a Milán y le encargan una boda, una boda en el Ducado de Milán para los Sforza, a pesar de que era artista. Os cuento esto por la importancia del cómo, desde el punto de vista pedagógico. Leonardo decide que, en la boda, lo que va a realizar es la tarta más grande del mundo en el Castello Sforzesco, una gran plaza abierta en el Castello Sforzesco, y decide que va a hacer la tarta más grande del mundo. Claro, Ludovico Sforza le dice que la tarta tiene que ser muy grande, cuidado, que son trescientos los invitados que van a asistir a esa boda. Y dice Leonardo: «No, no, no. No me habéis entendido. La tarta va a ser tan grande, que la boda se va a celebrar dentro de la tarta. Y cuando termine la celebración os vais a comer la polenta endurecida como postre». Le tildan de loco. Contrata a los mejores arquitectos, a los mejores pasteleros, a los mejores cocineros, a los mejores artistas para diseñar esta tarta. Se pone a trabajar sobre ella, y la termina. Al día siguiente, justo el día que se va a celebrar ese enlace nupcial, Leonardo llega el primero. Y, cuando llega a ese palacio del Castello Sforzesco, encuentra que el banquete ya ha tenido lugar. «¿Pero cómo es posible si las boda es esta tarde». Todas las alimañas de la ciudad se habían zampado la tarta. Había ratas, pájaros, todo lleno de polenta endurecida por ahí tirada, esparcida. ¿Qué hizo Leonardo para solventar ese episodio? Se piró, se largó. Lo dejó todo allí, tenía miedo. No tenía plan b, y lejos de hundirse ante el fracaso, se pone a trabajar, se pone a investigar, se pone a curiosear. Y se pone a trabajar, a trabajar, a trabajar, y cuando termina el trabajo, convoca otra vez de nuevo a la ciudad de Milán. Ludovico Sforza mosqueado, el grueso de la ciudad de Milán: «Mira, mira», le señalaban por la calle: «Mira, mira. Por ahí va Leonardo, ese genio de Florencia que, cuidado, que no sabe dar de comer a trescientas personas». Y cuando va a presentar su último trabajo, dice: «Ciudadanos de Milán, todos aquellos que me señalabas por la calle diciendo: “Mírale, por ahí va, que no sabe dar de comer a trescientas personas”, os digo ahora: “¿Cómo no voy a ser capaz de dar de comer a trescientas personas, si soy capaz de dar de cenar al hijo de Dios?”», y presentó La última cena. ¿A vosotros que os han contado? ¿Que está María Magdalena en La última cena, o que Leonardo fracasó, fracasó y fracasó y que, gracias al fracaso, no solo obtuvo un éxito, sino que ese éxito fue tan grande que eclipsó el fracaso? Nos han contado otra cosa. Nos han contado que hay personajes tan excelentes que son inalcanzables, y yo pienso que no es verdad. Pienso que, a través de la curiosidad, la observación, el sacrificio, la perseverancia y la pasión, podemos ser como Leonardo o Leonardo como nosotros. De hecho, fijaos, curiosidad, habéis venido. Observación, habéis atendido. Perseverancia, seguís conmigo. Sacrificio, igual a estas horas tendríais algo que hacer. Pero creo que algo nos une a todos hoy aquí, y es la pasión por ser mejores personas y, por encima de todas las cosas, por ser más felices.

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